Emily Lawson siempre había dado prioridad a las necesidades de su abuela y eso le había causado tantos problemas en el trabajo que acabaron por despedirla. Necesitaba un nuevo empleo desesperadamente, pero, por algún motivo, una vez que lo hubo conseguido, discutía constantemente con su jefe, el atractivo Barden Cunningham.
Pero, al parecer, esta vez no había discutido lo suficiente, porque había accedido a conducir en medio de una tormenta de nieve para llevarle un informe a su casa.
Emily tuvo un accidente con el coche, llegó helada y calada hasta las huesos y, para colmo de males, descubrió que la casa era minúscula y no disponía de ninguna habitación para invitados. ¡Una cosa era compartir el despacho, pero dormir en la misma habitación con el antipático señor Cunningham era otra completamente distinta!
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